¿A qué nos estamos refiriendo exactamente? Veamos algunos ejemplos:
MADRE: “Si no recoges tu cuarto mamá se cabrea”
MADRE: “Me siento defraudada cuando no cumples tu palabra”
¿Son estas respuestas algún tipo de manipulación?
¿En qué momento la expresión de las emociones se convierte en un chantaje?
Empecemos entonces aclarando qué se considera un chantaje emocional. La psicoterapeuta Susan Forward popularizó este término en su libro “Chantaje Emocional”. Lo describe como una estrategia (amenaza) que utiliza el/la chantajeador/a para conseguir satisfacer de otra persona sus propios intereses apelando al miedo, obligación o culpa.
Describe cuatro tipos de chantajes, veamos algunos ejemplos:
- Los Castigadores: “Como no termines lo que tienes en el plato te quedas sin televisión”. Este tipo de chantaje lo conocemos habitualmente como el prototipo de amenaza que, si la madre o el padre llega a cumplirla, se convierte en un castigo directo hacia el niño/a.
- Los Autoagresivos: “¡Estoy harta! Como esto no cambie, cualquier día me tiro por la ventana”. Es una amenaza menos frecuente entre padres y madres, no así entre las parejas con respuestas inmaduras ante los conflictos.
- Los Mártires: “He estado toda la mañana cocinando para ti y ahora ¿no te lo comes?”. Suele colocarse el adulto en una actitud victimista, intentando provocar pena y/o culpa en su hijo/a. Tal vez, este tipo de manipulación sea la que más dudas nos pueda generar en ciertas ocasiones pues hace referencia al efecto emocional que provoca la conducta de ellos/as en los adultos. Intentaré aclararlo a lo largo del post.
- Los Seductores: “Si pones el abrigo en su sitio, te doy una cosita que te gusta”. Muy usada también la estrategia de premiar las conductas de los niños/as para conseguir que colaboren, pero como podéis imaginar, no es inocua.
¿Existe alguna diferencia entre los ejemplos del comienzo del artículo y los tipos de chantajes expuestos por Susan Forward? Parece evidente que sí. En los ejemplos propuestos, la madre hace referencia a la respuesta emocional que le provoca la conducta de su hijo/a, reacción natural o esperable ante el comportamiento del hijo/a. Parece razonable que podamos sentir ira cuando alguien no cumple las normas de convivencia (más si es de forma reiterada) en un espacio que compartimos, o que nos sintamos desilusionados o defraudados cuando nos mienten o incumplen una promesa.
Sin embargo, en los casos de chantaje, la respuesta del adulto no es congruente con la situación provocada por el niño. Nada tiene que ver la televisión con el hecho de comer o no, menos aún una autoagresión con cualquier conducta del otro, y qué decir de nuestra intención con lo que finalmente responda nuestro hijo o hija y menos aún, un dulce con el hecho de colocar cada cosa en su sitio.

En los ejemplos iniciales la madre tiene una intención clara, hacer saber a su hijo/a cómo le hace sentir esa situación a ella. Evidentemente, la reacción emocional de la madre también provoca una respuesta emocional en el hijo o la hija, sin duda, pero esa es la base de las relaciones humanas. Ahora bien, el niño o la niña podrá recoger el cuarto como respuesta al enfado de la madre o siendo consciente que lo mejor para la convivencia familiar es que cada uno recoja sus cosas porque pueden perderse, alguien puede pisarlas o incluso caerse, eso dependerá única y exclusivamente del niño. Ahora cuenta con una información que, por otro lado, es indiscutible. Nadie puede cuestionar lo que la madre siente o no en ese momento, y con esa información el niño o la niña decide, sigue siendo respetuoso hacia él o ella, hacia la madre y hacia los demás (entorno o relación). Hablaríamos de un mensaje menos respetuoso si la madre se dirige a su hijo/a con alguna etiqueta o haciendo referencia a su persona en lugar de su conducta, por ejemplo, “Estoy muy cabreada porque eres un desastre”.
Llegados a este punto, a donde me lleva esta reflexión es a que los padres y madres deseamos que nuestros hijos/as sean capaces de expresar sus emociones con libertad y respeto, pero sólo pueden aprender eso si lo ven en sus adultos de referencia y, de igual manera, nuestra función también pasa por que aprendan a ser empáticos y a gestionar sus propias emociones como respuesta al dolor o sufrimiento de los otros, por tanto, ¿cómo pretendemos que lo hagan sin entrenarlo de pequeños/as? Es una tarea nuestra el acompañarlos en este camino haciéndoles ver que al igual que ellos son responsables de gestionar de la mejor manera posible sus propias emociones atendiendo a la situación que les toque vivir en cada momento, también deben diferenciar cuando la responsabilidad le corresponde a la persona que tiene enfrente, de manera que no se hagan propias las emociones de los demás.

En los ejemplos que propongo para aclarar los tipos de chantajes podemos observar dónde coloca el adulto el foco de atención, en muchas ocasiones sin ser consciente de ello. ¿Sabrías identificarlo?:
“Como no termines lo que tienes en el plato te quedas sin televisión”
“¡Estoy harta! Como esto no cambie, cualquier día me tiro por la ventana”
“He estado toda la mañana cocinando para ti y ahora ¿no te lo comes?”.
“Si pones el abrigo en su sitio, te doy una cosita que te gusta”.
Voy a añadir alguno más:
“Como sigas portándote así, no te voy a querer”
“Te he llevado a casa de tu amiga y ¿así me lo pagas?”
Ahora parece que nos queda algo más claro la diferencia entre expresar nuestras emociones y el chantaje emocional. El primero enseña y ajusta la conducta a las normas sociales propias de cada sociedad mientras que el segundo manipula, provoca rechazo, rabia, desconfianza y dependencia. Sólo nos queda ser consciente de ello en cada momento y para eso puede resultarnos muy útil las técnicas de atención plena (Mindfulness), ejercicios que nos permiten entrenar la atención y estar más conectados con la experiencia.
¿Te has pillado alguna vez en una de éstas? Siento decirte que no eres original jajajaja. Sigue observándote a ti, a tu pareja y a tus hijos/as, acabarás percibiéndolo rápidamente.

No es una tarea fácil en ocasiones diferenciar esas situaciones, también necesitamos aprender y entrenar día a día. En nuestros talleres de Cómo Hablar a tus Hijos para que Escuchen te ofrecemos la posibilidad de adquirir nuevas estrategias y habilidades para mejorar tu relación con tus hijos e hijas, y contar con mi apoyo durante SIETE semanas en las que te ayudaré a ponerlas en práctica y solucionar las dificultades que vayan surgiendo. ¿Te gustaría comprobarlo? (https://www.iamindfulness.com/inteligencia-emocional-resiliencia-mindfulness-educacion-comunicacion/)