Camín a Covadonga

Todos los caminos tienen su historia. El Camín a Covadonga ve pasar a multitud de personas entregadas en el avanzar, cada una con una mochila, con su intención, con su promesa, que se yo… con su vida. En la tribu, en la familia del IAMindfulness, nos juntamos este fin de semana para hacer estas tres etapas que sumaban mas de 80km. Entendiendo que llegar a Covandonga era solo una excusa para estar ahí y disfrutar de cada paso.

El caso es que como todo buen camino… este escondía un montón de tesoros imperceptibles a las mentes ausentes.

Os confieso una percepción personal ¿sabes cuando estás en un lugar, con unas personas y sientes que todo está bien, que es ahí donde quieres estar, que es ese el tipo de camino que quieres caminar? Pues date, eso me pasó a mi. Y es que como dice mi querida Yoli Yoli, se crea magia en estos compartires.

Además el disponer de tiempo, tiempo para no ocuparte de nada, tiempo para caminar, para descansar, para reir, para jugar, para lo que fuese, sin obligaciones, sin tener que ser nadie, sin etiquetas… Algunas personas éramos viejas conocidas, algunas personas llegaron nuevas al grupo, y en cualquier caso lo vivimos como una única unidad, en unidad, de corazón a corazón.

Caminamos durante horas, nos paramos con unas cañas sin ninguna prisa, hicimos yoga y hasta algo de flow en un prao que llevaba sin segar su tiempo, jeje. Nos partimos de la risa jugando a descubrir quien era el “lobo” o que haríamos en caso de… y nos inventábamos cualquier cosa. Aprovechamos cualquier entrada en el río para refrescar las piernas (y hasta llevarnos algún regalo en forma de sanguijuela). Disfrutamos de la hospitalidad de los sitios donde parábamos, aunque en el soltar… se nos olvidó hasta contar, y mareamos a más de uno con si somos 10, 12, 9 o yo que se jejejeje.

Tuvimos ejemplos de colegueo, personajes revelación, un esguince que vino acompañado de aprendizaje, sonrisas inquebrantables pese a los dolores de pies, miradas de complicidad y cariño y muchas más cosas que como decía estaban disponibles para quien las quería ver.

Yo me quedé con un mensaje que me grabé muy profundo “No tengo que entenderlo todo” en ocasiones tratar de entender impide que fluya la vida, cuando lo único que tengo que hacer es vivir. La vida simplemente “es” y no necesita de mi entendimiento para hacer su parte, así que… a vivir.

El caso es que salimos 12 y llegamos 18… ¿necesitas entenderlo? Jejejeje

Aquí va el relato de Lucía la Yalguera, nuestra yalguerina, una persona de esas que sabes (y quieres) que viene para quedarse:

<<Camino a Covadonga – Agosto 2020

Hace unos años me tatué un círculo en el brazo. Aunque si no lo busco no me lo veo, está ahí para recordarme que todos los finales se convierten en principios y la historia que voy a contaros comienza con un final, aquel en que aprendí que había vivido treinta y cuatro años engañada. Os desvelaré el secreto que descubrí al final de este Camino a Covadonga: la queja no es una consecuencia. ¡¿Qué?! Lo que leéis: cuando la queja no es adaptativa y es un vicio, no es la consecuencia de un dolor, es una invención para darnos importancia y alimentar nuestro ego. Maldito ego, ¡siempre tiene hambre! 

Durante tres días, la “unidad” que este grupo somos, caminó hacia Covadonga con el esguince de su tobillo, las ampollas de sus pies, las agujetas de sus hombros y una mochila muy pesada, tan pesada como alguna de las cargas que llevamos en el alma pero que podemos aprender a soltar, al menos por un rato. ¿Y sabéis qué? Que no hubo una sola queja, ninguna de las personas que formábamos esa unidad perdió su sonrisa ni su buen paso, ninguna de ellas centró la atención en sí misma y sus dolencias sino que continuó caminando y la razón por la que lo hicieron fue porque éramos esa unidad. Porque si los demás caminan, yo camino, porque somos uno y la energía de los demás mueve la nuestra.

Me encantaría añadir algún dato técnico a este texto pero solté tanto, tanto, que ni siquiera sabía cuántos kilómetros nos quedaban, cómo se llamaba el pueblo en el que íbamos a dormir o qué hora era. Lo que sí puedo deciros, futuros caminantes, es que las botas pueden encoger dos números milagrosamente y que vais a necesitar aún menos de lo que en un principio metisteis en la mochila. Todo lo demás, podéis buscarlo en línea. Sin embargo, lo que ni Google, ni Siri, ni Alexa os contarán es que hay personas capaces de reconocer objetivamente que tienen mucho dolor pero que están bien, que no importa, que siguen adelante por los demás y por ellas mismas y que lo harán con una sonrisa. Que no sólo los padres lo dan todo por sus hijos, que también ocurre al revés. Que hay espíritus solitarios, y a veces inseguros, que se unen a desconocidos para hacer terapia de choque. Que toda persona que nos rodea tiene una historia detrás que necesita sanar y no ser juzgada y que, de vez en cuando, nos encontramos con quienes son capaces de no juzgarnos y ayudarnos a sanar. 

Así que si estás leyendo esto con la intención de saber si hacer el Camino a Covadonga o no, te diré que el Camino que buscas quizá no tenga un destino concreto porque la vida, siempre siempre, es camino y no destino y es en cada paso donde se aprende, donde se suelta para hacer sitio a lo nuevo y donde se comparte. Da igual a dónde llegues, dan igual los kilómetros: lo importante es el momento presente en el que, si estás preparada, sucederá lo increíble. Si tienes calor, aparecerá un río; si necesitas llorar, habrá quien tenga un abrazo; si te salen ampollas, habrá quien tenga tiritas (tampoco hay que ponerse demasiado profundos). Confía y déjate sorprender y por favor: no te lo pierdas.>>

No te pierdas la siguiente, forma parte de la tribu del Instituto Asturiano de Mindfulness y a disfrutar!!!! https://www.iamindfulness.com/eventosiamindfulness/

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1 comentario en «Camín a Covadonga»

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