SÍ, MUCHO RESPETO Y MUCHA TOLEREANCIA, PERO LUEGO SE SUBEN A LA CHEPA

No es la primera vez que oigo decir que educar desde los principios de la Disciplina Positiva u otros modelos que se basan en un trato respetuoso hacia los hijos, como puede ser el programa “Cómo Hablar a tus Hijos para que Escuchen y Cómo Escuchar para que Hablen” convierte a los padres en “unos blandos” y a los hijos en “emperadores”, “tiranos”, o términos similares.

Ya hice referencia en el post que escribí el mes pasado, Las madres normales sentimos mucha presión, a la responsabilidad que tenemos todos los profesionales que nos dedicamos a la educación cuando hablamos o escribimos sobre estos modelos y sus efectos en la crianza, así como los efectos no tan deseables que se derivan de continuar con estilos educativos más autoritarios o permisivos. Es quizás en esta dicotomía donde corremos el riesgo de que se asocie como equivalentes un modelo respetuoso con otros como el permisivo o el sobreprotector.

Quiero dedicar este artículo a esta confusión, con la única intención de aclarar conceptos y poner en valor el trabajo que todos los padres y madres llevan a cabo día a día desde el momento que se plantean serlo.

Siguiendo con los principios de la Disciplina Positiva, una educación respetuosa se basa en la consideración equitativa de las necesidades tanto de los hijos como de los adultos, teniendo siempre en cuenta el nivel de desarrollo de los/las niños/as y los/las jóvenes.

Desde ahí, desde la figura del adulto responsable, somos los padres y las madres los encargados de establecer los límites. Un niño que crece sin límites no dispone de referencias para poder moverse en su contexto y eso genera mucha inseguridad. Buscará la manera de encontrar esos límites con las estrategias que le permita su momento evolutivo.

Partiendo de que los niños y niñas, los adolescentes y también los adultos necesitamos los límites, lo que nos cuestionamos es cuál es la mejor manera de establecerlos y que nuestros hijos e hijas los interioricen.  Entiendo que esa manera se enmarca dentro de dos parámetros: la firmeza y la amabilidad.

Veamos primero estas dos características por separado:

La firmeza tiene que ver con lo sólido, con lo inquebrantable, con lo rígido, incluso lo estable.

¿Qué efectos positivos piensas que acarrea el ser exclusivamente firme con nuestros hijos/as? Quizás nos venga a la cabeza que obedecen, que modifican rápidamente su conducta, que se convierten en niños dóciles, que hay orden y disciplina. Tal vez pensemos también en el respeto a los padres y abuelos, maestros y adultos en general.

Ahora bien, preguntémonos entonces ¿qué efectos negativos acarrea el ser exclusivamente firme con nuestros hijos/as? Es muy probable que las consecuencias de la firmeza, si se tiene como la única variable importante en la crianza, tengan que ver con la desconfianza, el miedo, la rebeldía, el resentimiento, un impacto en la autoestima del niño o la niña y, sobre todo, una falta de conexión emocional entre los padres y los hijos.

¿Y la amabilidad? Ser amable significa ser respetuoso con los niños y también con uno mismo, hace referencia a un trato gentil, digno de ser amado.

¿Qué ocurre entonces con la amabilidad? ¿Tiene efectos positivos el ser únicamente amable con nuestros hijos e hijas? Claro que sí. Hace sentir bien al otro y a uno mismo, predispone a la escucha y facilita la conexión emocional, genera un clima mucho más relajado donde la comunicación puede ser más fluida y es un requisito imprescindible para que se dé la confianza entre los miembros de la familia. Pero, el ser únicamente amable con nuestros hijos e hijas también tiene efectos negativos, ¿sabemos cuáles? Aquí es donde aparecen esas consecuencias que hablábamos al comienzo del post como la tiranía, la inseguridad, la falta de respeto, la baja tolerancia a la frustración e incluso la agresividad.

Veamos ahora qué ocurre cuando relacionamos ambos conceptos:

  • Mucha Firmeza + Poca Amabilidad = Estilo Autoritario
  • Poca Firmeza + Mucha Amabilidad = Estilo Permisivo

Si la relación con nuestros hijos se caracteriza por ser muy firme y poco amable, es altamente probable que suframos los efectos negativos de la firmeza, aquellos que se derivan de un estilo autoritario. Puedes leer algo más al respecto en el artículo “¿Han pasado de moda los castigos?”.

De igual manera, si no somos nada firmes con nuestros hijos e hijas, pero muy muy amables, sufriremos a largo plazo posiblemente las consecuencias negativas de la amabilidad, es decir, los efectos que se derivan de un estilo permisivo.

«Para que nuestros hijos puedan respetar sus propias necesidades y la de los demás es necesario que crezcan en un hogar donde los padres sean muy firmes y muy amables en el trato»

Aquí es donde quiero poner el acento, una crianza respetuosa no tiene nada que ver por tanto con las dos situaciones anteriores. Estos modelos defienden que para que nuestros hijos puedan respetar sus propias necesidades y las necesidades de los demás es necesario que crezcan en un hogar donde los padres (o adultos de referencia) sean muy firmes y muy amables en el trato.

En todas las familias existen unas “líneas rojas” o conductas de nuestros hijos que consideramos inaceptables. Cada uno las establece según sus propios valores o principios y por eso pueden variar de un grupo familiar a otro, en cualquier caso, si es una línea roja entendemos que es un límite.

Veamos algún ejemplo según los modelos que hemos comentado:

“La niña no deja de correr por los pasillos del supermercado, ya ha tirado algún producto de las estanterías al suelo e incluso se ha chocado con otro cliente”.

• Mucha firmeza y poca amabilidad: “¡Ya está bien! ¡Se acabó! (Cogiéndola del brazo con fuerza) ¡Como te muevas de mi lado vas a cobrar, hombre! ¡Estoy harto de que no me obedezcas! (Comienza a llorar la niña) ¡Me da igual cómo te pongas, casi tiras a ese señor! “

• Poca firmeza y mucha amabilidad: “Cariño, debes tener más cuidado, casi tiras a ese señor” (Sigue corriendo) “Por favor, no corras por los pasillos, ahora vamos al parque y corres allí” (Continúa jugando y riéndose) “Venga, que ya nos vamos. Cojo dos cosas más y salimos” (La niña no cesa y el padre va recogiendo lo que ella tira).

• Mucha firmeza y mucha amabilidad: Antes de ir al supermercado le dice el padre “Vamos al super, ya sabes que allí no podemos correr, podemos tirar cosas y molestar a la gente” (La niña corre, tira algo y golpea a un cliente. El padre inmediatamente la llama y se acerca hasta donde está) “Ya hemos hablado sobre esto, aquí no se puede correr. Has golpeado al señor, ¿qué debes hacer? (Ella) “Pedir perdón” (Padre) “Adelante” (Ella) “Perdone señor” (Padre) “Muy bien, también tiraste ese bote” (Hija) “Lo pongo en su sitio” (Padre) “De acuerdo. Vamos a seguir comprando, puedes decidir si quieres ayudarme a coger lo que necesitamos sin correr o ir dentro del carro” (Ella) “Te ayudo papi” (Metería a la niña en el carro si no cumple con su parte diciéndole “Veo que has elegido ir en el carro”).

Con este ejemplo quiero mostrar la diferencia en la respuesta del padre ante una misma situación en función al estilo educativo que impere en ese momento. En el tercer caso, vemos cómo el padre consigue su propósito de manera respetuosa y además aprovecha una situación bastante común para enseñar a su hija ciertas normas sociales que se basan en la empatía y el respeto mutuo.

Por todo lo dicho hasta ahora, parece claro que una crianza respetuosa, donde se tengan en cuenta las necesidades tanto de los niños/as como la de los adultos, no tiene nada que ver con otros modelos donde existe un conflicto claro de poder que se resuelve en la mayoría de las ocasiones a favor del adulto en los modelos autoritarios y, con bastante frecuencia, a favor del hijo o la hija en los modelos de corte más permisivo.

A día de hoy, seguimos relacionándonos con nuestros hijos de forma poco respetuosa, tal vez por la tendencia a reproducir los modelos aprendidos generación tras generación, quizás por intentar utilizar un estilo contrario al vivido en la infancia por ser consciente de las consecuencias que provocó en uno mismo o, simplemente por desconocimiento, no sé. De lo que sí estoy seguro es que existe otra manera de educar mucho más satisfactoria para todos los miembros de la familia.

¿Quieres saber cómo hacerlo?

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